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En Mérida germina la semilla soberana para alimentar al pueblo


Cada kilo de papa cosechado con semilla venezolana cierra un ciclo multiplicador, que convierte una plántula en una tonelada de alimentos, trabajo que desarrollan los Productores Integrales del Páramo (Proinpa) en Mérida, en la región andina de Venezuela.

Estado y agricultores construyen un sistema de semilla soberana, a partir del conocimiento científico y ancestral. "Acá estamos multiplicando semilla prebásica, como granola, andinita, Inia frit, frit papa, diacol capiro, angostureña y otras 40 variedades más en desarrollo", explica Néstor Monsalve, vocero de Proinpa, en entrevista con la Agencia Venezolana de Noticias (AVN).

En el Centro de Biotecnología de Producción de Semillas Agámicas, ubicado en el municipio Rangel de Mérida, se ha generado semillas para producir 3 millones de toneladas de papa, es decir, unas 230 mil 700 toneladas anuales, en 13 años de trayectoria hasta el primer semestre de 2016.

"Hay que seguir multiplicando la semilla de papa. Quienes no estén haciéndolo (productores), que se pongan a hacerlo, para garantizar alimentos, soberanía agroalimentaria e independencia", enfatiza Monsalve.

El centro, financiado por el Fondo para el Desarrollo Agrario Socialista (Fondas), tiene 3.000 metros cuadrados de invernadero y capacidad instalada para producir más de 900 mil tubérculos al año.

Más de 60 agricultores independientes cooperan en la instalación y trabajan en beneficio de todos los productores.

Una piedra en la bota corporativa

Decir que la producción nacional de semillas es una piedra en la bota del comercio agroquímico y de fungicidas, es quedarse corto. En ese contexto, Proinpa despierta enconados conflictos de interés, así como presiones comerciales y de sectores políticos vinculados al capital.

Los agricultores opinan que es imperativo certificar la semilla de Proinpa, tarea que corresponde al Servicio Nacional de Semilla (SENASEM), y consideran que todo retraso favorece a sectores que oponen resistencia a la soberanía alimentaria.

"Nosotros seguimos multiplicando semillas. Hicimos una etiqueta, que identifica variedad, fecha de cosecha y productor. Tenemos cuatro puntos de distribución", detalla Monsalve.

La no certificación origina el desconocimiento de la semilla de Proinpa en inventarios nacionales, lo que puede conducir a la importación innecesaria de simientes.

Liccia Romero, investigadora y docente de la Universidad de Los Andes, evalúa posibles fallas de articulación, competencia, fiscalización y control, pero no desestima la injerencia de presiones económicas, políticas y mediáticas, por parte del sector comercial agroquímico.

Advierte la existencia de ciclos de hostilidad y propaganda encabezados por supuestos productores, que en realidad son intermediarios de semilla importada. "En una época del año exigen importación de semilla, pero posicionan a negociadores de semilla en Canadá con antelación", expresa.


Pan de los pobres y discordia de imperios

Invisibilizar la semilla nacional, hacer boicot y pretender controlar la producción, son prácticas de vieja data histórica, advierte Romero, quien preside la Fundación para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (Fundacite) en Mérida.

Resalta que la Cordillera de Los Andes, ubicada en Suramérica, es el centro y origen de la papa, así como de otros cultivos, que son patrimonio de la humanidad.

"El trigo traído desde Europa fue el cultivo de exportación en época de la colonia. La papa era el pan de los pobres, de los indígenas y esclavos (...) al imponer el trigo, se creó un sistema adicional de dominación", señala.

Detalla la expansión histórica del tubérculo fuera de Suramérica y advierte que en las décadas de 60 y 70 del siglo XX, la papa era considerada como cultivo comercial, en el contexto de la modernización agrícola. Surge así la presión por introducir variedades de ciclo corto y mayor rendimiento.

"Venezuela cambia su patrón de producción a semilla de ciclo rápido, corporativa y de marca (...) esta imposición genera el abandono de la producción artesanal y la pérdida de la experticia social para producir semilla", apunta.

La papa de alto rendimiento obliga al uso de riego intensivo, de paquetes agroquímicos y de fertilizante mineral. Además la calidad degenera en cada ciclo, lo que obliga a la recurrente importación de semilla.

"Fundacite reconstruye el tejido social y técnico necesario para producir. Creó la Red Socialista para la Producción de la Semilla", que agrupa a instituciones del Estado y a productores organizados, refiere Romero.

El rescate de la semilla soberana reúne a productores locales, a técnicos, científicos y trabajadores del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA) y del Ministerio para Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, entre otras instancias.

Cada kilo de papa que llega a las cocinas venezolanas, cosechado a partir de tubérculos nacionales, es producto del esfuerzo de preservación y recuperación de la semilla, una tradición de soberanía con más de 6.000 años de historia.

AVN / Fotos: Adalberto Fernández