El normal transcurrir de una mañana en la
avenida Tulio Febres Cordero de Mérida, artería plena de vehículos y
transeúntes, es dominada por el rostro de Domingo Salazar pintado a la entrada
de la facultad de Medicina de la ULA (Universidad de Los Andes), homenaje de
sus compañeros con el que se conmemora cada 18 de noviembre de 1969 la ominosa
muerte de este líder estudiantil inmortalizado hace 44 años en la memoria
colectiva del pueblo.
Aquel mes de noviembre, a pocos días del
allanamiento de la Universidad Central de Venezuela (UCV) realizado el 31 de
octubre por más de 3.000 efectivos policiales y militares, las jornadas de
protesta se intensificaron en Mérida. Los días 17 y 18 de noviembre, columnas
de humo se alzaron al cielo merideño y ráfagas de metralla fueron disparadas
contra la humanidad del movimiento estudiantil que luchaba por una renovación
universitaria y mejoras sociales.
Diógenes Andrade actualmente diputado a la
Asamblea Nacional por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) relata en
entrevista para AVN que en aquel entonces, los asesinatos, detenciones y
violaciones a los derechos humanos durante el allanamiento a la UCV y la lucha
contra el proyecto de Ley de Universidades impulsado en el primer Gobierno de
Rafael Caldera, motivaron las acciones de protesta en la ULA.
Los días 17 y 18 de noviembre de 1969, las
autoridades policiales y militares impusieron un férreo cerco a las facultades
de ingeniería y medicina, los estudiantes se defendían como podían del asedio
militar, que no permitía ni la salida ni la entrada de nadie a los recintos
académicos.
Domingo Salazar se encontraba en las
cercanías del centro de estudiantes de medicina, las protestas ya tenían dos
días. Andrade estaba en la contigua facultad de ingeniería, "Recuerdo que
entraron las brigadas de cazadores por el estacionamiento de esta facultad y
pasaron directamente al sector donde estaba Domingo", testifica Andrade.
Relata respecto a los sucesos del 18 de
noviembre, "La última vez que vi a Domingo, él andaba con una camisa
amarrada al cinto y gritaba arengas e increpaba a los represores cuando
agarraron a otro compañero. Hasta dos días después en huida, fue que me enteré
de que le habían asesinado", lamenta.
Con base en el testimonio de otros compañeros
que sobrevivieron, Andrade cuenta que Domingo Salazar, otrora presidente del
centros de estudiantes, junto a otros universitarios se metieron en un baño.
Estando allí un sargento al mando de un pelotón de cazadores se acercó para preguntar
quien dirigía a los estudiantes, Domingo Salazar salió diciendo, "yo soy
el jefe político del grupo", relata Andrade, "El militar
sencillamente le disparó a la cara y lo mató".
Una
versión mediática de perverso sesgo
Curiosamente la edición del diario local El
Vigilante correspondiente al día 19 de noviembre de 1969, no se encuentra en
los archivos de la hemeroteca de la ULA, la que si se encuentra es la
correspondiente al día 20, edición que titula en su portada, "Graves
disturbios durante dos días determinaron visita domiciliaria a las facultades
de medicina e ingeniería".
La nota describe las jornadas de protesta
como, "intensos bochinches callejeros", y con el eufemismo ,
"visita domiciliaria", se refiere al cerco militar y policial que se
impuso por dos días y el posterior ingreso del Cuerpo de Cazadores del Ejército
Cruz Carrillo, comandado entonces por el teniente coronel Fernando Vetancourt
Álvarez.
El texto califica la protesta estudiantil
como ampliamente violenta y atribuye a los estudiantes el supuesto uso de armas
de fuego contra la fuerza pública, el mismo pretexto con el que se allanó la
UCV el 31 de octubre.
El último intertítulo, "Un estudiante
muerto", y los párrafos subsiguientes dan cuenta de la permanencia del
cuerpo de Domingo Salazar por varias horas en el recinto de la ULA, así como de
la ominosa actuación militar que fue maquillada con unas líneas en las que se
lee, "La noticia de la muerte del estudiante causó pena en el ánimo de la
comunidad, ya que jamás deja de ser doloroso que se extinga una vida joven,
sacrificada en aras de la violencia".
Para el día 20 de noviembre llegó a Mérida
una comisión de diputados del entonces Congreso Nacional integrada por Oswaldo
Osorio Canales (FDP) Eustacio Guevara (MEP) Ricardo Pineda Belloso, Ángel
Oliveros (URD) Oswaldo Álvarez Paz (Copei) y Americo Díaz Nuñez (PCV),
delegación que se ocuparía de investigar los hechos.
Paralelamente los Bomberos y la Policía
Técnica Judicial se ocupaban del rescate de cuerpos y heridos en cantidad no
precisada por los medios de la época en un barranco con más de 150 metros de
profundidad que es el límite posterior de las facultades y de la meseta de
Mérida.
Curiosamente el 13 de noviembre, cinco días
antes de la masacre, Monseñor Pérez Cisneros, Arzobispo Coadjuntor, visitó la
sede del batallón Cruz Carrillo y ante la tropa, "Ponderó la
responsabilidad del soldado y la institución militar en cuanto se refiere a la
defensa y lealtad a las instituciones democráticas. Dijo que el militar tiene a
veces que cumplir misiones ingratas pero necesarias en orden al robustecimiento
de la paz ciudadana".
La arenga episcopal, citada del periódico El
Vigilante, presagiaba las ominosas jornadas por venir los días 17 y 18.
Un mes después, el 18 de diciembre, los
consumadores del trágico final de las jornadas de protesta, realizaron un acto
protocolar en el cuartel Rivas Dávila para dar de baja a efectivos militares.
Indignamente el teniente coronel Fernando Betancourt sostenía la bandera
nacional que recibía besos de judas por parte de militares que cumplieron
"ingratas tareas" para el gobierno puntofijista.
Perenne
recordatorio
"Domingo Salazar es una viva imagen, un
ejemplo para las nuevas generaciones. Quienes estamos hoy en cargos de
dirección en esta revolución bolivariana, levantamos sus banderas y decimos que
su mortal sacrificio no fue en vano, tampoco el de Carlos Bello, José Uribe,
Magdiel Páez y Manuel Quiroz, entre otros", resalta Diógenes Andrade.
Asegura que todos estos mártires de la lucha
social venezolana, fueron reivindicados por el Gobierno de Hugo Chávez, lo que
demuestra y ratifica, que esas luchas en las que tantos jóvenes dieron la vida
defendiendo los derechos del pueblo, no se perdieron.
En la actualidad un mural con el rostro de
Domingo Salazar es el homenaje perenne de los militantes del MIR (Movimiento de
Izquierda Revolucionaria) y la Liga socialista en la entrada de la Facultad de
Medicina de la ULA, pocos de los actuales estudiantes desconocen sus nombres,
pero estos rostros más que un homenaje, son un recordatorio de los compromisos
originarios del movimiento estudiantil al lado del pueblo y contra la opresión
puntofijista y derechista.
AVN