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Murió el gaitero Eurípides Romero, autor del "Negrito Fullero"


El gaitero y compositor zuliano Eurípides Jesús Romero, murió este viernes a la edad de 89 años, en Maracaibo. Tenía enfisema pulmonar y su estado de salud se había complicado en los últimos días. Padeció problemas prostáticos  y estaba casi ciego.

El locutor León Magno Montiel a través de su portal Sabor Gaitero, comparte la biografía de Eurípides Romero: Nació el 15 de febrero de 1923, en la calle Santa Teresita del sector Veritas de Maracaibo. Siempre vivió en esa zona veritera (veritas en latín significa verdad), cuna de grandes gaiteros. Es considerado el compositor más alegre de la gaita, sus piezas transmiten la máxima alegría de pascua, la fiesta del corazón plasmada en cada verso, en cada compás del 6/8 gaitero.

Los temas euripideños más celebrados de su cosecha son: “Vieja y famosa”, “Tiempo gaitero”, “Devoción gaitera”, “La vivarachera”, “La cantarina”, “La parrandera”, “La sandunguera”, “Madre adorada”; gaitas éstas impuestas por Ricardo Aguirre en la década de los sesenta. También compuso “El negrito fullero”, grabada por el actor Daniel Alvarado con Los Cardenales del Éxito en 1971, una referencia nacional en las parrandas; así como, “Fiesta decembrina” grabada por Danelo Badell con Los Cardenales del Éxito en 1978, y después muchas veces versionada, hasta en tiempo de vallenato.

Como gaitero de otrora, no vivió de su arte musical, pues en esos tiempos no se cobraba por gaitear. Vivió de su trabajo como sastre y luego como conductor de carrito por-puesto en Veritas, de su viejo automóvil, un Fordcito donde trasladaba a los pasajeros por esa ruta maracaibera, mientras cantaba con su tono abaritonado y su genuino voceo maracucho.

Fue uno de los amigos más cercanos de Ricardo Aguirre “El Monumental”, eran vecinos, de un gran parecido físico y, a la postre, uno de sus más exitosos compositores.

Al momento de la muerte de Ricardo, el 8 de noviembre de 1969, 30 años tenía “El Monumental” Aguirre y 46 años el poeta Eurípides Romero, y era su compositor más cercano.
Siempre tuvo un gran afecto por el sonido del acordeón, instrumento que llegó a sus manos proveniente de la costa atlántica colombiana y que ejecutaba con solvencia y pasión. Él es el único gaitero que parrandeaba con el acordeón, más que con el cuatro. Así lo pude ver por las barriadas maracaiberas al lado de Miguel Ordoñez, de Marline, serenateando a las ninfas parroquianas en largas tandas nocturnas y que se hacían diurnas.

Vivía en su patio natal, Veritas, diagonal a los tradicionales Cepillaos de Jesús Ríos, en su humilde casa de tejas, barro y mampostería. Allí lo visité junto a “El Primacho” Arrieta y Gilberto Rincón. En su casa se respira soledad, olor a mentol, estrechez. En sus ojos se apagó la luz, y su alegría ahora sólo vive en su obra musical.

Fuente: Panorama